Entrevista a la profesora Judith Muñoz-Saavedra, departamento de Didáctica y Organización Educativa (DOE) Universidad de Barcelona
¿En qué sentido el amor romántico “mata”?
La retórica del amor romántico refuerza los roles tradicionales de género y justifica diversas formas de violencia machista. Las mujeres vivimos rodeados/as de mensajes que niegan nuestra autonomía; se nos dice que solo seremos felices cuando encontremos una pareja y que el amor ideal es la entrega total al otro, sin esperar nada a cambio. Hemos sido socializadas para conseguir que nos amen a cualquier precio, por ello creemos que la dependencia y el sacrificio por el ser amado forman parte de las relaciones normales de pareja y que los celos son una muestra de amor, y no de control. Todas estas ideas forman parte de lo que llámanos mitos o tópicos sobre el amor romántico y están directamente vinculados a los mandatos de género y a las relaciones de poder en las sociedades patriarcales. A través de estos mitos el amor adquiere un sentido diferente en la vida de hombres y mujeres. Los estudios de Mari Luz Esteban apuntan a que una de las principales consecuencias de la desigualdad de género en las relaciones amorosas es que potencia que las mujeres se vinculen con los hombres desde la subordinación, la necesidad o la carencia. La dependencia del amor de otro, la necesidad de ser querida o la angustia por no serlo puede facilitar que las mujeres se adapten, toleren o nieguen situaciones de maltrato y violencia física y psíquica. Además, el romanticismo patriarcal, opera como un pretexto para justificar el abuso de poder y diversas conductas violentas masculinas. En nombre del amor, muchas mujeres son violadas, castigadas o asesinadas a diario, en todo el mundo.
¿Crees que el amor tiene una historia? (Con esto quiero preguntar si la forma de amar cambia con el tiempo)
Efectivamente, lo que entendemos por amor ha ido variando y adquiriendo distintos significados según el momento histórico. Tampoco es un concepto universal, porque existen importantes diferencias entre culturas. Pero incluso a lo largo de la historia de las sociedades occidentales encontramos concepciones diversas. Por ejemplo, la visión del placer y de las relaciones afectivas separadas del matrimonio en la cultura griega es radicalmente distinta al puritanismo amoroso de la época victoriana. En la mayor parte de nuestra historia la constitución de relaciones de pareja ha tenido mucho más que ver con la economía, la producción y la sobrevivencia que con la idea de amor romántico que tenemos en la actualidad. Las raíces del ideal amoroso que tenemos hoy en día las encontramos en el pensamiento ilustrado: en la exclusión de las mujeres del estatuto de ciudadanía, en la asimilación de las mujeres a la naturaleza, en la negación del uso de la razón y en la rígida separación de esferas entre lo público y lo privado. Estas bases filosóficas, que se conocen como “misoginia romántica” fueron adoptadas por la burguesía del siglo XIX, se popularizaron a través de la literatura y se convirtieron en el fundamento de las políticas públicas de los estados de bienestar europeos. Así, y sin que nos diéramos cuenta el romanticismo patriarcal se convirtió en “sentido común”, avalando con ello relaciones de amor basadas en la dependencia y la subordinación de las mujeres.
¿Cómo se les puede proteger a las niñas y a los niños del amor romántico?
Creo que lo más importante es fomentar la educación emocional en la infancia como elemento protector en el presente y como estrategia de prevención de la violencia de género y las relaciones abusivas en el futuro. Los niños y niñas tienen que aprender a conocer y gestionar sus emociones, pero además deben tener la oportunidad de conocer otros modelos de amor basados en el respeto, la empatía y la cooperación entre iguales. También es importante educar en el uso de las redes sociales para que no se transformen en un espacio de violencia, control e intimidación. Sin duda, el tema se tiene que tratar de manera integral: en la familia, en la escuela, a través de los medios de comunicación y en las políticas públicas. Una pieza clave es la escuela porque es uno de los espacios más influyente en la construcción de las identidades de género, por lo tanto es un lugar privilegiado para contribuir a la transformación de roles, estereotipos y relaciones de poder entre hombres y mujeres.
En concreto, qué “ventajas” sacarían los varones renunciando a su papel en el amor romántico?
La masculinidad hegemónica presente en el amor romántico perpetua roles tradicionales de género que también perjudican a los varones. La presión social frente al ideal del hombre conquistador, autoritario e insensible, supone que los varones estén en constante competencia y luchando por mantener un estatus en el que no se cuestione su virilidad. No obstante, creo que las mujeres no deberíamos ser quienes señalemos estas “ventajas”. Corresponde a los hombres desarrollar una profunda reflexión ética sobre los privilegios que les supone el amor romántico patriarcal. Una forma diferente de entender el amor implica renunciar a estos privilegios para avanzar en relaciones más sanas, libres y justas.
El modelo de amor impuesto por Disney y otras narrativas comerciales está muy radicado. ¿Qué modelo le contrapondrías?
Por suerte, y gracias a Pixar, el mundo Disney ha evolucionado aunque no lo suficiente. Las princesas ya nos esperan pasivas a que las rescate un príncipe azul pero siguen siendo las bellas y bondadosas protagonistas de historias románticas que, muchas veces, acaban en bodas. En contraposición existen personajes infantiles como Dora la exploradora o películas de animación japonesas como el viaje de Chihiro que rompen estereotipos. Son ejemplos puntuales porque no hay un modelo de la misma envergadura capaz de contrarrestar el poderío de Disney, sin embargo las redes sociales ofrecen una enorme oportunidad para descubrir recursos pedagógicos alternativos. En la red podemos encontrar cuentos, películas, juguetes no sexistas y comunidades alternativas preocupadas por estos temas.
¿Qué recomendarías a los enseñantes italianos para ayudar a sus estudiantes a enfrentarse a los estereotipos del amor romántico?
El profesorado tiene una enorme responsabilidad porque son modelos y verdaderos “influencers” entre los jóvenes. Entonces, lo primero es que los docentes cuestionen sus propios mitos sobre el amor romántico y luego crean en su poder para influenciar, aconsejar y cuestionar el sexismo. Lo segundo, es desarrollar estrategias integrales que aborden la desigualdad de las mujeres tanto a nivel de centro educativo como a nivel de aula. En la mayoría de las escuelas persiste lo que llamamos el currículo oculto, que son las normas, valores y creencias que se transmiten de manera no explicita pero que reproducen el sexismo y normalizan algunas manifestaciones de la violencia machista. Es necesario que cada escuela revise los contenidos, las metodologías y el lenguaje que utilizan porque no son neutros en términos de género y pueden incorporar sesgos androcéntricos. Por ejemplo, a menudo se excluye a las mujeres como sujetos históricos y referentes del conocimiento, argumentando que no hay suficientes de científicas, filósofas o lideresas. O no se interviene en el patio cuando se observan juegos que segregan entre niños y niñas, o se pasa por alto el lenguaje ofensivo y sexista en una discusión entre compañeros/as. Para trabajar a nivel de aula existen muchísimos recursos didácticos disponibles, una charla puntual o tratar el tema en la hora de tutoría es absolutamente insuficiente. Es necesario cambiar el chip y trabajar de manera transversal en todas las asignaturas, porque el profesorado de matemáticas, educación física o lenguas tiene la misma responsabilidad. En esta línea, el uso de metodologías socioafectivas, de dilemas morales y las actividades cooperativas son buenas aliadas para el desarrollo de estrategias educativas que permitan cuestionar el modelo de amor romántico, desmentir los mitos en torno a la violencia de género. Por ultimo no hay que esperar que el problema se manifieste, es importante realizar programas preventivos y confiar en el propio alumnado. Una de las experiencias más efectivas es la formación del alumnado para que ellos/as mismos/as sean capaces de detectar y actuar frente al maltrato físico, psicológico y sexual que pueden sufrir ellos/as o sus compañeras/as.